Es ya tiempo , nos sorprende la noche para cumplir el deber aquel de arrancarle el planeta a las manos equivocadas; divididos es que nos mantienen: antiguamente a través del sacrificio ritual, hoy con sus fronteras hechas de políticas, sistema monetario y control de la información.
Son si acaso el 6 % de la población , el resto seremos -de continuo, de antiguo- sus semi-inconscientes cómplices instruidos holgadamente por el silencio carcinoso y una mentalidad de rebaño gestionada por guerreros, levitas y pontífices.
Y si de cambios se trata cierto linaje de psicóticos , la que denunciamos hoy como una "hermandad babilónica", estos ejemplares ya han despreciado hace rato las orgías de la religión como aquella vasija que de tanto usarse termina para las deshonrosas utilidades.
Consiguieron el control de la moneda, qué importa entonces lo que se haga por medio las leyes y las costumbres de los países; ellas sirven para arrearnos a la multitud: género hecho de hambres, guerras y oscuros contratos que apenas sospechamos, y las precisas conspiraciones contra la mente y la conciencia auto-regulada, en fin los archi-reconocidos y viejos ritualismos.
Se besan, estrechan sus manos ensangrentadas y afilan sus trajinados dientes en los secretos de sus adoraciones paganas; porque siempre les dio resultado en medio de ese juego doble y saduceo de sus jueces y levitas: albaceas de una megalomanía canallesca.
Son realmente pocos para nuestra fuerza, y esta parálisis que se agrava sobre nosotros pone audífonos de asbesto en el oido para así no dejarnos afectar del vivo fuego de la realidad.