lunes, 20 de abril de 2009

1655, San Miguel de Nepantla: Juana a los cuatro

Eduardo Galeano
(memorias del fuego/los nacimientos)


Anda Juana charla que te charla con el alma, que es su compañera de adentro, mientras camina por la orilla de la acequia. Se siente de lo más feliz por que está con hipo y Juana crece cuando tiene hipo. Se detiene y se mira la sombra, que crece con ella, y con una rama la va midiendo después de cada saltito que le pega la barriga. También los volcanes crecían con el hipo, antes, cuando estaban vivos, antes de que los quemara su propio fuego. Dos de los volcanes humean todavía, pero ya no tienen hipo. Ya no crecen. Juana tiene hipo y crece. Crece.
Llorar, en cambio, encoge. Por eso tienen tamaño de cucarachas las viejitas y las lloronas de los entierros. Esto no lo dicen los libros del abuelo, que Juana lee, pero ella sabe. Son cosas que sabe de tanto platicar con el alma. También con las nubes conversa Juana. Para charlar con las nubes, hay que trepar a los cerros o a las ramas más altas de los árboles.
- Yo soy nube. Las nubes tenemos caras y manos. Pies, no.

2 comentarios:

Nicolas Nautfal dijo...

Buena, Niñaraña me evoca con su magnífica selección literaria esa correspondencia que de golpe encuentro entre la obra del pensador uruguayo y la de aquel cultor de la poesía en lengua francesa como es el belga Henry Michaux.

El sentido de la comparación señala sobre todo la fijación en asombrosos detalles de una realidad soñada que se colorea con el lenguaje de los sueños y nos lleva de repente al mundo de las ideas de Platón.

Buena por esa parcerita, amaría tu continuidad en este tu blog.

Nicolas Nautfal dijo...

Doña Juana, la dormida que se cansó de conversar y ahora rie como niña con hipo y se convierte en nube.

mencantó!

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