jueves, 9 de mayo de 2013

Four Stories




Four Stories
I
Llama a Lina a temprana hora recordándole que no llegue tarde como la última vez. El cielo está oscuro y amenaza con lluvia. Las calles están atestadas de gente en medio de las compras navideñas. Mira a varias mujeres cuando pasan frente suyo recordando las enredaderas silvestres que se han colado por la ventana  de su apartamento justo cuando Alison Goldfrapp lanza un grito de agradecimiento a la multitud enardecida de Glastonbury. Sopesa su suerte, descubre que no es tan mala después de todo. Enciende un cigarrillo de esos raros, se desgañita en medio  de risas inexplicables, realiza compras por internet de cosas que no necesita: un cepillo de dientes eléctrico, una máquina para tajar pan. Sale a la calle y encuentra que el bus no pasa y comienza un breve coqueteo con una niña que parece de diecisiete quien lleva unos legis muy apretados. El calor húmedo, las sirenas de las ambulancias, los hoyos debajo de la base del puente vehicular donde duermen los indigentes, una serie de fotos de Pete Doherty completamente ebrio, el valle infinito.
II
Noche de navidad. Alucinaciones simples, siestas prolongadas, desconfianzas del Hotel Mamá: margaritas en vasos plásticos. La vida sigue su curso permitiendo que delgados holgazanes hagan su fiesta, las maravillas y prodigios musicales hacen su aparición en contextos fuera de su entendimiento. En su mente escucha la voz de Gahan diciendo “I´ll do anything, please”. En el supermercado ha comprado una cerveza roja y una lata de pepinillos, se ha olvidado nuevamente de los cigarrillos. Saca los pepinillos de su envase y los ha molido con sus zapatos nuevos, un par de señoras se han quedado mirando. Descubre que una amiga suya viaja a Nueva York y decide ir a despedirse parando un autobús  inverosímil en medio de la noche, al llegar se ha portado amablemente prorrumpiendo frases de un cliché espantoso que le provocan nauseas dolorosas, lo único que quiere es largarse. Visita algunos barrios marginales, se descubre hablando con un travesti que se parece a Elton Jhon. Coge un taxi y mirando nuevamente al cielo piensa y se seduce con la idea de un cuadro de Van Gogh.
III
Doce horas jugando en su computadora cuando suena el teléfono, escucha atentamente los remedios caseros que le permitirán recobrarse pronto para asistir a la fiesta de esta noche. Los realiza con el juicio de una monja que presiente el final de los tiempos. Hay un carro  negro que lo espera pero que no reconoce al principio, se acerca a  la ventanilla del conductor y atestigua con complacencia que las niñas tienen buena pinta. Al llegar al bar Mi Casa, se desentiende de pagar el cover que le parece exagerado pero asiente de buena manera cuando escucha que incluye una Miller. El bar esta casi vacío pero la música es buena. Su suéter luce impecable, hay gente fumando en el patio, les piden posar para unas fotos, sonríen, Silvana descubre unos brakets transparentes. No importa piensa, ese par de siliconas lo perdonan todo. Al llegar al climax de la fiesta lo han hecho en frente de un gran espejo con ribetes de figuras de Sajonia.
IV
De repente siente todo el peso de su delgada lengua dentro de su boca y por qué no, resulta un poco inesperado, horas después le diría “ahora te toca a ti”. Estos bares últimamente se están pareciendo todos a grilles de mala muerte. Suenan canciones de un eclecticismo desconcertante. Visitan algunos otros antros del la misma facha, ya nada se puede comprender, recordó haber votado una copa de vino en el restaurante Il Forno. El concierto de Depeche Mode había despertado en él la nostalgia de visitar sitios tan sombríos como la imagen de un paraguas roto sobre la acera en medio de la lluvia.

2 comentarios:

Nicolas Nautfal dijo...

Jajajajajaja, las siliconas de Silvana de hecho lo perdonan
todo.

Muy buen trabajo Mr. Bateman

Unknown dijo...

prosas poderosas como los polvos del joven y equilibrado Bateman en American Psycho :)

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